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El sentido de la vida

La vida es la expresión más importante de nuestra realidad antropológica, psicológica y social. Con mucha frecuencia al proclamar el Evangelio del Reino de Dios los predicadores suelen presentar un evangelio que no se adapta a la realidad existencial de los seres humanos, ni tampoco a las circunstancias cósmicas en las que vivimos inmersos. Algunos siguen ofreciendo una dádiva de Dios para salvar, exclusivamente, nuestra alma; olvidándose de que los seres humanos tenemos un cuerpo que también necesita ser redimido. Este tipo de exposición antropológicamente dicotomizada vuelve a llevarnos a la filosofía de Platón, y sus discípulos, describiendo la psique humana (el alma) como la esfera trascendente de nuestra intimidad, que sufre y padece en la cárcel opresora de nuestro cuerpo. El alma es buena y el cuerpo es malo. Con la realización tanática (muerte del cuerpo), el alma se libera de sus frustraciones y emprende el vuelo cósmico para reencarnarse y avanzar en el proceso de su realización metafísica y en la búsqueda de su libertad. Otros “evangelistas fraudulentos”, por ignorancia o con premeditación manipuladora de las conciencias, prometen a los que acepten, en nombre de Dios ,su mensaje alienante, la solución a todos sus problemas anímicos (psíquicos), físicos (somáticos o corporales) y sociales. Este mensaje falso y desestructurador de las conciencias consigue seducir a un auditorio sencillo, ingenuo, acultural y humilde en la mayoría de los casos. Cuando el ser, al que se han prometido tantas bendiciones, ve que estás no llegan a plasmarse en su vida, se frustra, y puede entrar a formar parte de esas ¾ partes de la humanidad que vive en la miseria anímica y somática y en la decepción mas desesperada y degradante .

La proclamación del Evangelio del Reino de Dios, debe de ser integral. Los hombres no tenemos autoridad alguna para restarle ninguno de sus contenidos al Evangelio del Reino de Dios, que proclamó el mismo Jesús de Nazaret. En esta serie de estudios y conferencias hablamos de los amplios campos en que el Evangelio se adentra y sobre los que se proyecta. Cuando se dice que el Señor fue neutral en su proclamación kerigmática se están distorsionando, de manera muy grave, las diversas dimensiones del Evangelio. Jesús de Nazaret no fue neutral, se posicionó claramente a favor de los pobres. El capítulo cinco del Evangelio de Mateo, deja bien claro para quien está preparado el Reino de Dios o Reino de los cielos, dice :

Bienaventurados los pobres, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores y los que padecen persecución por causa de la justicia. Por consiguiente tenemos que destacar, que el Evangelio del Reino de Dios, además de tener una función soteriológica y salvífica, ética, moral y espiritual, también tiene una dimensión política y social de primera magnitud. El pleno establecimiento del Reino se realizará en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo y estará marcada por la desaparición de todo tipo de discriminación: la igualdad, la libertad y la fraternidad, serán las experiencias más sublimes que una gran parte de la Humanidad vivenciará en el mismo corazón de Dios .

En nuestro devenir histórico-existencial debemos volver nuestros sentimientos referenciales al Sermón de la Montaña y pasar por lo mas profundo de nuestro corazón, lo que se desprendía de las mismas enseñanzas del Maestro: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”.

El sentido de la vida está perfectamente explicitado en el libro de Eclesiastés. La frustración de los seres humanos constituye una experiencia universal en esta tierra. Desde lo más profundo de la esfera de la intimidad de cada ser, hay un clamor “vehemente por la eternidad o por la vivencia del tiempo indefinido”(Ecl. 3:11). Esta sed trascendente y metafísica, solo la puede saciar aquel que es el que dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mi, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38) .

La parte dedicada a la Edificación de la Iglesia nos orienta a pensar que, la misma no es el cuerpo místico de Cristo, sino su verdadero cuerpo orgánico; es decir como traducía Martín Lutero: la casa donde Dios vive.